viernes, 14 de mayo de 2010

De haberlo sabido

Sonaba “ De haberlo sabido”. Se había repetido ese verso cientos de veces, buscando una excusa para no enfrentarse a sí misma. Para no creerse tan débil y tan vulnerable. Demostrando que fue el desconocimiento lo que la llevó a equivocarse. Ahora sabía que nunca fue cierto.

Por muchas veces que le hubiesen proyectado todos los obstáculos, los momentos extraños, las ocasiones en las que la incertidumbre la invadiría y el miedo de perderle fuera como un cuchillo clavándosele en el pecho; por muchas veces que le hubieses repetido que no le convenías, ella hubiera hecho exactamente lo mismo. Porque al final, la esperanza de que esta vez saldría bien era demasiado grande como para resistirse. Demasiado difícil tener que caminar pensando en lo que pudo haber sido, es decir, en lo que nunca fue. Aunque hubiera sabido que estabais, desde el primer momento, condenados al fracaso, hubiera seguido en la batalla. Probablemente porque forma parte de su naturaleza seguir luchando cuando no hay nada que hacer si cree que el objetivo de verdad merece la pena. Pero sobretodo, porque te quería. Porque aunque ni ella misma lo sabía, lo que sentía por ti era capaz de hacerle pedazos y reconstruirla en milésimas de segundo.

Esos meses habían sido los mejores meses de su vida. Mentiría si dijera que todo fueron vino y rosas. Pero la vida real no es siempre vino y rosas. Ahora veía por primera vez de frente, las consecuencias que le traería tu ausencia. Las canciones inservibles, los libros que nunca más podría leer, las películas que nunca podría ver. Los montones de recuerdos que pulularán por su memoria haciendo felices las cosas que no lo fueron tanto, y convirtiendo en magníficos los buenos momentos. Porque esta vez sabíais que tendríais que aceptar la derrota para siempre. Que ya no había vuelta atrás, no habría más intentos, no os haríais más daño. Esta vez conseguiría sacarte del alma de golpe. Como si no reconociera tu olor incluso cuando no hay nadie a su alrededor, como si no te viera en cada una de las cosas del día, como si no fueran todas vuestras canciones, como si no hubieses impregnado todo su mundo, como si no existieses. Se había prometido a sí misma que pasado un tiempo, cuando el dolor remitiera, no volveríais a cometer el mismo error de siempre. Esta vez, sería diferente. Esta vez, será diferente. El exilio será permanente, no habrá tregua.

lunes, 10 de mayo de 2010

Cinco de noviembre


Llegó a casa de la Universidad. Eran las nueve de la noche de principios de un noviembre caluroso. Al entrar en su habitación todo se vino abajo. Estaba totalmente vacía, como ella. Un colchón desnudo y montones de bolsas llenas de ropa evidenciaron que ese hueco había sido en algún momento un lugar confortable.

Se dejó caer sobre él y rompió a llorar. La noticia que conocía desde hace meses pero no había querido afrontar, irrumpió en la tranquilidad de su universo paralelo llenando los rincones de realidad desapacible. Ahora, por fin, el dolor que había conseguido evitar se hacía palpable en cada parte de su cuerpo.

El error había sido no haber tomado la decisión de olvidarle, a la espera de que una mínima posibilidad, la única posibilidad que les unía, volviera a convertirse en certeza. Ahora se sentía traicionada. Él la había dejado sola, en la estacada, había decidido rehacer su vida sin contar con ella, sin siquiera avisarla. Como si la fuerza de las circunstancias les hubiera llevado a esa situación.

Y ahora sabía que tenía que seguir sola. Tenía que olvidarle. Ni siquiera podía contar con él para eso.

jueves, 6 de mayo de 2010

Ausencia (I)

Quise olvidarte
sacándote del alma
mutilándome