miércoles, 28 de abril de 2010

Un día cualquiera

Te fuiste tranquilo y sonriente. Era un día normal, la rutina, el café, el periódico, el viaje en metro, las prisas. Me gustaban tus días normales, porque podía salirme momentáneamente del mundo, cerrar los ojos e intentar adivinar dónde estabas. Así seguía con mis rutinas, mis horarios, mi café y mis prisas.

Te retrasaste cinco minutos en llegar a casa. Oí tus llaves en la cerradura y te llamé desde la cocina. Cuando te ví supe que había pasado.

Te irías esa misma noche. La habías conocido en el sitio dónde solías estar, a la hora de siempre, en el momento preciso. Llegó sin avisar, arrasándolo todo. No me dio tiempo ni siquiera a preguntarte si habíamos sido felices, o sólo habíamos sido una débil aproximación a la felicidad que buscabas.

Te dejé ir sin pedirte explicaciones. Apenas sin hablar. Nada de lo que dijese podría hacer que te quedaras.

Me quedé con mis cosas, con las ganas de contarte todo almacenadas en el cuarto sin luz del fondo de casa. Por si algún día decidías volver.

Dibujé una equis imborrable en mi mano derecha, como solíamos hacer para recordar que teníamos algo que decirnos.

sábado, 17 de abril de 2010

La huida (que te prometí)

Le gustaba apoyarse en su pecho. Acariciarle el pelo. Mirarle a los ojos. Examinar cada centímetro de su rostro, descubrir la historia de cada cicatriz. Cuando esto pasaba, cuando intentaba aprenderse de memoria su cuerpo, un sobrecogedor silencio inundaba la habitación. Era entonces cuando el mundo se detenía, sólo para que ellos pudiesen hablarse con los ojos. Para que pudiesen huir a cualquier lugar lejano. A su país inventado.


Después escuchaba el murmullo de su voz, hablándole de los tiempos que ella no había conocido. De su vida pasada. De su otro yo. Ella cerraba los ojos y sentía su aliento en las mejillas. Le cogía, a ciegas, de los hombros, y sonreía.


Amor, ¿por qué lloras? ¿qué es lo que te pasa?

Será que soy feliz.


http://www.youtube.com/watch?v=fZdnIPPPagU