martes, 29 de diciembre de 2009

Amar es combatir

Ha venido tu sonrisa franca a ganarle la batalla a mi tristeza.

Ha venido tu abrazo certero a ganarle la batalla a mi inseguridad.

Han venido tus manos a atarnos la cuerda.

Han venido los ejércitos de tu nombre a ganarle la batalla a mi olvido.


Han ganado. Y entonces,


Ha ido mi amor a ganarle la batalla a tu calma.

Han ido mis besos a ganarle la batalla a tus dudas.


Quizá algún día ganemos esta guerra.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Diálogos (II). Dependencia

A veces siento la irrefrenable necesidad de protegerte.

- …

-Ya sé. Ya sé. No necesitas que nadie te proteja. Pero la necesidad es mía de protegerte, no tuya de ser protegida.

-Quizá sea tu manera irracional de intentar retenerme.

-Quizá sea mi forma irracional de atarme a ti. A veces tu libertad me provoca desasosiego, puede que en cualquier momento decidas irte.

-Es extraño. También a veces siento la necesidad de que me protejas.


lunes, 14 de diciembre de 2009

Diálogos (I)

-¿Sabes desde cuándo sé que te quiero?

-¿Desde siempre?

-No.

- Ah.

- ¿Tú me quieres desde siempre?

-No sé. Puede. Quizá cuando nos conocimos sólo fuese intuición. No te quiero ahora como al principio, pero creo que ya el principio te quería.

-Bueno, claro, me refiero a si sabes desde cuándo sé que te quiero de verdad. Que es amor.

- Dispara.

- Desde que sufrir por ti es llevadero, pero saber que sufres por mí es insoportable.

jueves, 22 de octubre de 2009

Primeros besos

“Es con los ojos

no se da con los labios

el primer beso”



Ella le miró como si fuese la primera vez le viera. Le encantaría poder acomodarse con naturalidad en su pecho y que él la abrazara y la besara, como era antes. Sin embargo, había que mantener las apariencias, controlar las emociones, desechar los recuerdos y las posibilidades. Sobre todo las posibilidades. Le sonrió.

Él aún la quería. Le resultaba imposible no hacerlo, y pensaba, además, que sería siempre así. Hasta que ella desapareciese de su mundo, hasta que la vida les llevara, al fin, por caminos distintos. Pero por eso necesitaba retenerla, controlar su vida, depender de ella. Dejarse hipnotizar por su alegría, contarle sus secretos. Mirarla con deseo sabiendo que ella le adivinaba el pensamiento.

Ella le escuchaba con devoción. Como si no hubiese cosas más importantes que las cotidianeidades que se relataban. Aprendiéndose de memoria su vida. Celosa de la vida vivida antes de conocerse. Sabiendo que detrás de sus ojos oscuros y su sonrisa franca se escondía una sensibilidad vulnerable. Sabiendo que él la entendía sin necesidad de hablar, sólo con mirarla. Sabiendo que eso suponía que en realidad le amaba.

Él sentía que algo se moría dentro de él cuando ella se iba. No la vería hasta el día siguiente. Y ella nunca era suya del todo. A veces agachaba la cabeza para no verla alejarse. Solía pensar que era exageradamente dramático y que debería superar esa clase de emociones.

Ella sentía que su vida sin la presencia de él era tediosa, triste y predecible. Solía refugiarse en los libros, dónde siempre se encontraban. Sabía que llegaría el día en que tuviese que sacárselo de dentro y desprenderse de sus modos. Pero prefería pensar que eso sucedería sin más. Como si nunca le hubiera amado.

Aquél día se hablaron especialmente cerca, mirándose a los ojos como si el mundo finalizara a cinco milímetros de la piel del otro. De repente sonó una carcajada. Instintivamente, se cogieron de la mano. Se besaron con los ojos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Búsqueda

La mayor parte del tiempo escribo para mí misma. Para ahuyentar los fantasmas que sin avisar pululan por la habitación. Para desprenderme de las angustias o evacuar la melancolía. Sin embargo, ello no obsta para que una vez plasmado en el papel aquello que de manera abstracta me rondaba por la cabeza y, aunque suene cursi, por el alma, sienta la necesidad de que alguien lo lea.
Por haber leído todos los cuentos con un entusiasmo sin parangón y por haber dejado que naciera la magia (y pululara a sus anchas) éste es para ti.



Miró por la ventana. Media persiana, cielo azul y una luz débil, propia de un septiembre lluvioso.

Sujetó con fuerza la taza de café. Ana siempre tenía la costumbre de calentarse las manos con las tazas de café de media tarde. Dejó que el calor que desprendía le calentase también la punta de la nariz.

Había logrado reencontrarse con ella misma. En realidad, no le había costado demasiado tiempo, sólo una ruptura definitiva con aquello que le anclaba a él. Un punto de inflexión.

Los primeros días dolía demasiado su ausencia. Dolían los libros y el café- Dolían los lugares inventados. Por eso, decidió ir a pasar por el parque aquella tarde. Quería estar sola, y sobretodo quería huir, principalmente de sí misma. Dejar de sentirle en sus brazos, dejar de olerle en su pelo y leerle en sus libros. Quería amputarse la parte de él que vivía en ella, desterrarle de su pecho y condenarle a un exilio perpetuo. Dejar de sentirse una extraña ahora que él ya no estaba. Lo más difícil fue precisamente tomar la decisión de condenarle al olvido. Al volver a su casa sintió que la mujer que había sido antes de conocerle volvía a tomar posiciones.

Ahora, al mirar por la ventana, apenas una semana después de la catarsis, había recobrado la tranquilidad. La felicidad de quererse a sí misma.

Se oyó en el aire una canción. De repente, el viento le trajo su olor. Una bomba le estalló en el estómago y vio con claridad como el cielo dibujaba su rostro. Su pelo rizado, su barba cerrada y oscura de guerrillero. Apretó con su mano libre el jersey que llevaba puesto, contra sí misma. Seguía hablándole de sueños.

Se perdió".

martes, 15 de septiembre de 2009

Letras

Julia había aprendido a escribir en abstracto. No era consecuencia de técnica alguna aprendida en ningún taller de escritura. Respondía, simplemente, a la necesidad de esconderse de la lectura asidua y profunda de Miguel.

Escribía para sacar fuera el haz de luz, a veces angustioso por doloroso, otras angustioso por demasiado feliz, que desde hacía un tiempo se instalaba en su interior desde el estómago hasta su garganta. Había inventado países, nombres, situaciones y lugares. Había mezclado lugares que pertenecían a un mundo real, con otros que pertenecían a su país inventado. Lo único del todo real eran las palabras que representaban el haz de luz. Eran tan reales que ella sabía que Miguel se sentiría identificado en cada una de las situaciones, tanto futuras, como pasadas, aunque nunca las hubiese vivido. Sabía que Miguel adivinaría en seguida que el provocaba el haz de luz y era él el protagonista de todos los cuentos. Se conocían tan bien que habían vivido juntos las situaciones inventadas.

Por eso escribía en abstracto. Para no mostrarse completamente indefensa, para no descubrir sus sentimientos.

Para no hacerle sentirse vulnerable por ser capaz de descifrar cada uno de sus actos.

Habían creado así una nueva forma de comunicación. Sin malos entendidos. Con zonas abiertas que cada uno podía adaptar a su forma de pensar. Sin pedir explicaciones ni sacar conclusiones precipitadas. Sin hablar.

Simplemente descubriéndose en las letras.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Muebles

Ni siquiera se había preocupado de bajar la persiana para dormir. Sabía que el dolor era tan intenso que no habría lugar para una noche en vela. Simplemente dormiría y soñaría con él toda la noche.

Cuando se despertó al sentir el calor del sol en su espalda y abrió los ojos, recordó todo lo vivido la noche anterior. En un momento la memoria decidió que no tocaba ser feliz esta vez y le recordó lo vivido. Se levantó con los ojos hinchados, como si hubiese estado llorando en sueños. Ayer, al menos no lo había hecho.

Se dirigió al tocador donde guardaba los cuentos, las pulseras y los discos. Abrió el cajón superior derecho y empezaron a sonar canciones antiguas. Algunas ni siquiera las recordaba, otras le traían olores del pasado. Se fueron colocando por todo el piso, ocupando los lugares que hasta ahora estaban colmados por sus modos, ahora convertidos en recuerdos. Se dio cuenta de que había existido una parte de su vida en la que él ni siquiera existía. Y se sintió una extraña recordando aquellos años, que parecían tan lejanos y sin embargo suponían la mayor parte de su vida. Ella no era la chica de aquellos discos, ni aquellas pulseras, ni aquellos cuentos. Nunca más volvería a serlo.

Fue a despertarle a la habitación que hacía las veces de despacho.

Él ya no estaba.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Madrugada

Percibió el olor a coco que se desprendía de su pelo. Su nuevo champú, pensó. La miró de reojo. Nada en ella había cambiado. Por eso, seguía siendo inevitable quererla.

Caminaban juntos, sin mirarse al hablar. Ceder al escrutinio de la mirada del otro era perder la primera batalla. Sin embargo, el notaba cómo ella, de forma inconsciente giraba la cabeza para dirigirse a él. Le hubiera gustado afrontar sus miradas sin miedo. Pero sabía que si lo hacía, ella sin pestañear adivinaría sus pensamientos. Antes eso formaba parte de la complicidad que les unía. Ahora era, la mayor parte del tiempo, aterrador.

Quizá fuera mejor no condicionar sus actos a ninguna clase de premisa racional. Al fin y al cabo, si ambos estaban ahí en ese momento era gracias –o por desgracia- a haber cedido a los impulsos irracionales de verse. Quizá, no hablar de sentimientos fuera la solución a sus problemas.

Decidió en ese momento dejarse llevar. Julia le miró de frente, adivinando sus pensamientos.

Beso.

martes, 18 de agosto de 2009

Guerras frías en mares de agosto

Se levantó para intentar sacudirse la tristeza. Refugiarse en la arena. Desprenderse en el mar de su melancolía. Pero sabía que esta vez no lo conseguiría. No sería tan sencillo. No habría más risas, más caricias. El mirar hacia delante no era tan simple. No había rencor, simplemente desilusión. No había rabia, sólo amor. Desconfianza.

Esta vez era él quien había fallado. Había pasado a convertirse en una repetición de sus errores del pasado. En falsas promesas. En angustias. Ahora el desconsuelo por sentirse vulnerable y despreciada era tan profundo que quizá nunca llegase a desaparecer. Sin embargo, era consciente de que en cuanto pasasen unas horas le perdonaría y estarían en paz para siempre. Hacía tiempo que ella ya no podía evitar que eso ocurriera.

Otra vez se había levantado el muro entre los dos. Probablemente ya nada lo derribase.

viernes, 24 de julio de 2009

Volando

Hoy es uno de esos días en los que Julia necesitaba llenarse de sus modos.
Dejaba que cada uno de los recuerdos le invadiesen. La forma en la que se revolvía el pelo cuando el agobio de apoderaba de él. La forma que tenía de quitarse las gafas y enarcar las cejas. El sonido que traía el aire cuando ambos rieron a carcajadas. Sus manos heladas.
Miró por la ventana. Desde aquél rincón se contemplaba el cielo azul de una tarde de verano. Comenzó a sonar una zamba.

Viajaron juntos a Tacuarembó.

jueves, 16 de julio de 2009

Magia

Llegó de repente. Le abrazó apretando sus hombros. Apenas se notaba la aspereza de la barba de él. Se miraron y sonrieron. Magia.

domingo, 17 de mayo de 2009

Metralla

Te vi parada en el semáforo. Bajo el paraguas. Te mirabas los pies, como siempre. Sentí entonces la misma sensación de hacía años. Como si algo me explotase por dentro. Perdí la tranquilidad que me había dado tu ausencia.

Me coloqué a tu lado. Levantaste la cabeza y me miraste. Y supe que a ti también algo te había explotado por dentro.
El semáforo se puso en verde.

Dijiste tener prisa y echaste a andar. Cuando ya habías llegado al otro lado, yo aun seguía paralizado, mirándote.

Te giraste. ¡Llámame!

Nunca lo hice.

sábado, 16 de mayo de 2009

Incertidumbre

Escapar. Huir a un lugar donde no te necesite. Donde nada hable de ti. Y quedarme sola, conmigo. Para limpiar los restos de tu presencia de mi cuerpo. Para que las palabras puedan recuperar su sentido original y se vuelvan neutras. Se desprendan de tus matices. Para que mi pelo deje de oler a ti. Para que la lluvia hable de nuevos sueños. Para que el mar cure todas las heridas.

Pero un día cualquiera, tras el café rutinario de las mañanas a olvidar, te encontraría, de frente. Como un viento huracanado entrarías de nuevo en mí. Adueñándote de los rincones vacíos. Derribando los muros.

Felicidad efímera.

sábado, 2 de mayo de 2009

Oscuridad

A veces la vida consiste en volver a empezar. En olvidar todo lo vivido, las ilusiones construidas, los gestos que con esperanza se quedaron grabados en tu mente. Los rasgos, las palabras, la forma de hablar...la forma de mover las manos.

Intentas buscarte a ti mismo. Recuperar los trozos que de ti has regalado, pensando que, esta vez, sería diferente. Partes de tu vida que se han quedado para siempre en otra persona.

Quizá, piensas, deberías haber sido más prudente y no haber dado todo a cambio de algo que ni siquiera sabías si sucedería. Pero es tu forma de ser, y eso no vas a poder cambiarlo.

La sensación de vacío es inmensa, como si te hubiesen quitado de golpe todo lo que estaba dentro de ti. Y tienes miedo, un miedo inmenso a despertarte al día siguiente, encender la luz y saber que vas a tener que afrontar otra vez el mismo camino. Que ya no hay ilusión, se ha esfumado.

Tiemblas.

jueves, 23 de abril de 2009

Rutinas. ;)

Estaba sentada en la mesa de la izquierda, al lado de la ventana. Justo esa que a él tanto le gustaba, porque podía perder su mirada en calle mientras los clientes decidían qué pedir.

Había llegado una mañana calurosa de septiembre. Al verla entrar le dio un vuelco el corazón. Tenía una belleza sencilla y serena. Había que fijarse en ella para darse cuenta.

Desde aquél día, que él marcó como festivo en su calendario, ella llegaba todos los días a las siete y media, pedía un café, apenas sonreía, y veinte minutos más tarde se iba hasta el día siguiente sin decir adiós.

Se llamaba Susana, lo supo cuando días más tarde uno de sus compañeros intercambió unas palabras con ella al servirle el café. Trabajaba como auxiliar administrativo en las oficinas de Hacienda de la calle de al lado.

Tenía la mirada triste y acuosa. O al menos eso le parecía a él desde la barra. Cuando reunió el valor suficiente para ir a atenderla y dejar de fingir ignorancia (¡como si ella fuera capaz de darse cuenta de eso!) comprobó que era cierta la tristeza en sus ojos. Quizá unas arrugas cerca del párpado incrementaban esa apariencia. Sin embargo, y esto él ya lo había sabido desde hacía semanas, no era una mujer vulnerable. No más, al menos, de lo que puede serlo cualquier otra mujer. El tono de su voz, grave y educado, pero firme, contrastaba con la dulzura de sus gestos.

Esos apenas veinte minutos de su presencia eran motivo suficiente para una alegría que, conforme pasaban las horas, necesitaba ser alimentada con los minutos del día siguiente. En el momento en que supo eso, supo que sin conocerla estaba enamorado de ella. No le pedía nada, simplemente que ella no cambiara su rutina gris de cafetería de barrio. A cambio, se sentía capaz de cantarle sus miedos y esperanzas, sueños y tristezas, sus dolores...A cambio, estaría dispuesto a escucharla eternamente con unas ansias infinitas por saber de su vida.

Fue a principios de abril cuando tomó la decisión. La primavera llegaba, y con ella, los rayos de sol entraban por la ventana de su mesa haciéndola fruncir el ceño al leer, a pesar de que la luz era, a esas horas, muy débil. Le daban a su pelo un color caoba inesperado, haciéndola parecer varios años más joven. Aquella mañana, llevaba una falda no demasiado corta, el pelo recogido y zapatos bajos. Desde lejos, observó que ya no llevaba medias. Al acercarse a atenderla, vio cómo los rayos de sol incidían en sus piernas cruzadas, descubriendo el vello fino de sus muslos, que seguro resultarían ásperos e imperfectos al tacto. Se decidió.

Salió por la tarde algo antes de trabajar. Le compró una rosa.

Al día siguiente, ella no apareció. Nunca más la volvió a ver.

martes, 21 de abril de 2009

Tu olor

El olor de tu cuerpo al moverse,

Es olor de primavera,

Del sol del mediodía en mi espalda,

De las naranjas en la mesa de la cocina.



El olor de tu cuerpo al moverse

Suena al mar embravecido de agosto

Al nordeste impulsivo del invierno

A las gaviotas anunciando mi tormenta.



El olor de tu cuerpo al moverse,

Habla de sueños compartidos,

De nuestro país inventado,

De celos incontrolables, complicidades, y miserias.


El olor de tu cuerpo al moverse,

Sabe a cerveza y chocolate,

Sabe a tu mirada sincera sobre mis ojos,

Sabe al latido que provoca el deseo.

sábado, 18 de abril de 2009

Slowly

Olía a cocina de carbón y a muebles viejos. Estaba situada en un humilde barrio de pescadores. El salitre impregnaba los rincones con solo abrir la ventana.

Dio un paso y abrió la puerta de la izquierda, al lado de unos percheros y una mesita para el teléfono. La abrió lentamente, apenas sin abrirla, y escuchó cantar a Aute “Fue en ese cine, ¿te acuerdas?, en una mañana al este del edén...James Dean tiraba piedras a una casa blanca, entonces te besé...”.

Se asomó y no había nadie.

Fue a buscarle. –Entra, te va a gustar.-dijo con ojos ilusionados. –No sé, huele demasiado a viejo. Y hace mucho frío. Vámonos de aquí. Seguro que hay casas mejores.

Suspiró y volvió a entrar. Había una nota en la mesa del teléfono: “La barca también está en venta”.

-¡Julia! Sal, anda, vayamos a otro sitio mejor.

-Entra, mira, también podríamos comprar la barca.

-Ninguno de los dos pesca.

-Podríamos intentarlo.

-No digas estupideces. Sal inmediatamente de esa casa.

Julia salió y cerró la puerta con cuidado. Suspiró. Seguro que a él le hubiera encantado.

Se apagó.

viernes, 17 de abril de 2009

Abril

Salió de casa. Llovía y hacía frío. Un día de esos grises, de primavera lluviosa. Se colocó la cazadora y abrió el paraguas.

Era un día triste. Hasta el ruido de los coches sobre los charcos era capaz de hacerle llorar. Le gustaría elegir uno de esos charcos y ponerse a saltar hasta quedar empapado. Como cuando era pequeño. Pero no lo hizo.

Siguió caminando hacia la playa.

Cuando llegó, había dejado de llover. Y ella estaba allí. De pie, mirando al mar. Con la mirada perdida en el horizonte. Tenía el pelo mojado. Él la miró y se dio cuenta de que no llevaba paraguas. Le hubiera gustado salir de casa con ella, para que ella pudiese resguardarse en sus hombros, bajo su paraguas.

Habían quedado en ese mismo sitio a esa misma hora hacía dos días. Éste era el tercero. Él todavía no había logrado acercarse a ella. Y a pesar de todo, ella seguía esperándole. Mientras la miraba, pensaba en cuánto le gustaría coger su mano.

Volvió a casa.

martes, 14 de abril de 2009

Recuerdos

//Dicen que el cerebro recuerda como el disco duro de un ordenador. El recuerdo no es más que el recuerdo de lo que una vez recordamos. Por eso, las personas nunca tienen exactamente los mismo recuerdos//



Miró por la ventana del tren. Y su mirada se perdió. Los paisajes inventados, mezcla de otros muchos, creaban el ambiente perfecto para encajar las historias. Las vividas, las soñadas y las recordadas. La música en su cabeza.

Los días se sucedían demasiado lentos para ser vividos con la intensidad suficiente. Por eso, sólo quedaba recrearse en la amalgama de momentos que habitaban su imaginación, la loca de la casa.



El tren se detuvo. Volvió a la realidad.

lunes, 13 de abril de 2009

Sueño

El cansancio de la tarde temprana la invadía. La duda entre echarse a soñar o ponerse a vivir su vida la acechaba...el sueño es siempre el mejor remedio para vivir deprisa las horas amargas.

Pero, ¿ es eso vivir?

Y de pronto, el cansancio se evaporó. El corazón le dio un vuelco. Los ojos alerta. El alma en vilo.

Otra vez él.

Soñemos despiertos nuestra vida.

domingo, 12 de abril de 2009

Contradicciones

No lo supe hasta entonces.

Tenía la piel reseca y áspera, con la barba asomando insegura y con las ojeras de varios días sin dormir. Los ojos mirando al cielo, emocionados, oscuros y profundos. El paso firme y constante.

Y entonces, una mirada cruzada. Una sonrisa por respuesta. Un beso lanzado al aire.

Comenzó a llover. Risas. ¿Te hago feliz?

miércoles, 8 de abril de 2009

Soñar

Soñar.

Soñaba con sus caricias,

Con sus mentiras y sus verdades,

Con sus días tristes y sus días alegres,

Con sus agobios y felicidades,

Soñaba con sus sueños,

Soñaba con que él la soñaba,

Con que soñaban juntos

Con el mundo inventado donde vivirían

En una casa fría y de techos altos,

con muebles viejos,

con su manta, y los libros,

las canciones, los poemas, las películas.

Siguió soñando.

martes, 7 de abril de 2009

Casualidad y rutina

Mentiría si dijera que te encontré por casualidad. Quizá sea verdad eso de que las mejores historias de amor empiezan sin que te des cuenta. Quizá, por ello, esto no sea una historia, sino sólo de amor.

O quizá, la casualidad sea precisamente habernos encontrado. Que hayas sabido entrar en mi mundo sin desentonar. Sin hacer ruido.¿Siempre has estado allí? Quizá hayas sido parte de la rutina.

El café con leche de las mañanas, la lluvia, las gafas, el periódico, el autobús, el paraguas, el viento.

Los libros, los sueños, los sueños que son libros y los libros que son sueños. La imaginación. Las ganas de llorar. Las ganas de reír.

De correr y de gritar. El tedio, el cansancio, la desesperación, la angustia, el despropósito.

Eres la prueba de que la magia existe. Entonces, ¿por qué resignarse?

lunes, 6 de abril de 2009

Siempre me gustó por cierto tu mirada

La inspiración habita en el olor a café recalentado y en los cuartos sin ventilar. En los versos melancólicos de la canción de otro. En los recuerdos de los momentos felices que se convirtieron en muy felices al convertirse en recuerdos. En los momentos de introspección. En los días grises y aburridos. En la gente que te rodea.

En ti.

En tu forma de reír, en la forma en la que mueves las manos, en la forma en que miras.

Siempre me gustó por cierto tu sonrisa