viernes, 17 de abril de 2009

Abril

Salió de casa. Llovía y hacía frío. Un día de esos grises, de primavera lluviosa. Se colocó la cazadora y abrió el paraguas.

Era un día triste. Hasta el ruido de los coches sobre los charcos era capaz de hacerle llorar. Le gustaría elegir uno de esos charcos y ponerse a saltar hasta quedar empapado. Como cuando era pequeño. Pero no lo hizo.

Siguió caminando hacia la playa.

Cuando llegó, había dejado de llover. Y ella estaba allí. De pie, mirando al mar. Con la mirada perdida en el horizonte. Tenía el pelo mojado. Él la miró y se dio cuenta de que no llevaba paraguas. Le hubiera gustado salir de casa con ella, para que ella pudiese resguardarse en sus hombros, bajo su paraguas.

Habían quedado en ese mismo sitio a esa misma hora hacía dos días. Éste era el tercero. Él todavía no había logrado acercarse a ella. Y a pesar de todo, ella seguía esperándole. Mientras la miraba, pensaba en cuánto le gustaría coger su mano.

Volvió a casa.

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