miércoles, 19 de enero de 2011
Novaro
lunes, 22 de noviembre de 2010
Nessun Dorma
martes, 16 de noviembre de 2010
Miedo
Un mal día
lunes, 1 de noviembre de 2010
Engaño
Aprendimos que nada era como habíamos planeado. El preludio del amor había resultado ser más feliz que el amor mismo, por esa manía tan nuestra de no resignarnos nunca, de siempre querer algo más o algo menos. Así que tuvimos que aceptar que de repente no íbamos al mismo ritmo, no estábamos en el mismo punto, teníamos miedo, no nos entendíamos y nos asustaba demasiado todo lo que habíamos conocido del otro antes de tiempo, no estar a la altura de las circunstancias.
Así que decidimos dejar de creer en el amor, en la perfección, en la felicidad. Aunque todo lo que nos rodeaba evidenciaba que una vez más estábamos equivocados. Quizá el problema estuviera en nosotros. Posiblemente estuviera en nosotros. Sin embargo, mientras estuviéramos de acuerdo en el engaño no nos perderíamos.
martes, 26 de octubre de 2010
Precipicio
Estoy caminando al borde de un precipicio. Voy de tu mano, me agarro fuerte. Pero sé que hay tramos en los que, si me agarro demasiado, estoy a punto de caerme. Es raro. Así que trato de caminar sola, sabiendo que tú estás cerca, vigilándome atento para que no me caiga; atento también para no caerte tú. Siento tu presencia, tu aliento en mi espalda. Pero, en ocasiones, se hace duro seguir andando sin tener la certeza de que sigues mis pasos.
Tu voz me alienta, dice que si seguimos caminando, aunque no pueda verte, aunque no tenga la seguridad que me dan tus ojos en los míos, llegará un punto en el que no habrá precipicio.
Sin embargo, a veces el miedo de dejarte atrás es tan grande, que tengo que girarme. El giro es duro y arriesgado. No sólo porque puede que ya no estés, sino porque el aire que provoca mi movimiento puede hacer que te caigas.
Aún así me giro. Si le quisieras de verdad, me digo, seguirías andando sin mirar atrás. Si no le quisiera, me digo, no estaríamos caminando sobre un precipicio.
Al principio no te veo. Después, logro ver que vienes a lo lejos. Donde el puente está más inclinado. Hay mucha niebla.
-¡Sigue caminando!
-¡Apenas puedo verte!
-Yo sí te veo, ¡sigue!
-¡Pero está todo cubierto de niebla!
-Debe ser en tu tramo, desde dónde yo estoy todo se ve soleado.
Sigo de frente. De repente, noto tu mano en la mía. Miro a mi alrededor. Ya no hay precipicio.
Llegamos, por fin, a la llanura.
Esos días
Cuando todo pende de un hilo es cuando siento la necesidad de escribir.
Cuando recurro al café como única solución para levantarme la moral y salgo de mi habitación para que la claridad de la cocina me permita ver las cosas de otro color.
Es entonces cuando decido que voy a empezar a odiarte, a escribir en una lista todos y cada uno de tus defectos, para conseguir sacarte de mi vida con alguna razón fundada. Por algún motivo concreto.
Pero de repente, suena alguna canción que me recuerda a ti, e inconscientemente mi otro yo recita la frase que tantas veces nos salvó del naufragio últimamente. “¿Cómo fue que no encontramos la salida?