Quizá, al fin y al cabo, no era tan malo. Algo de bueno tenía que tener el no poder parar de llorar como único modo de sacar de dentro todo lo que sentía por él. Quizá.
Después de meses encadenados había llegado el momento de desprenderse poco a poco. De tratar de encontrar un tiempo para cada uno que no fuera con el otro. De ver como iban las cosas sin dependencia. Julia sabía que podía romperse la magia, volverse todo común, podían perderse. Quizá había llegado ese momento.
El miedo había llegado para quedarse
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