Cuando todo pende de un hilo es cuando siento la necesidad de escribir.
Cuando recurro al café como única solución para levantarme la moral y salgo de mi habitación para que la claridad de la cocina me permita ver las cosas de otro color.
Es entonces cuando decido que voy a empezar a odiarte, a escribir en una lista todos y cada uno de tus defectos, para conseguir sacarte de mi vida con alguna razón fundada. Por algún motivo concreto.
Pero de repente, suena alguna canción que me recuerda a ti, e inconscientemente mi otro yo recita la frase que tantas veces nos salvó del naufragio últimamente. “¿Cómo fue que no encontramos la salida?
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