martes, 19 de octubre de 2010

Tiempo

Manejábamos el tiempo a nuestro antojo. Como si estuviera bajo nuestro dominio. Sin prever que aquellos horarios rutinarios, aquellas horas mágicas supondrían un lastre para empezar de nuevo. El café de las once. La sobremesa de las tres. Los mensajes que contenían sitios y fechas. Los mensajes que nunca eran suficiente.


Ninguno de los dos se dio cuenta del momento exacto en el que entramos en la cuenta final.

Ahora, al cerrar los ojos, los datos, las fechas, las palabras me ayudan a recordar como olía tu ciudad en aquel septiembre desapacible. Como olía los primeros días del invierno. Como pasó a oler después.


Y pese a las promesas sin cumplir, o gracias a ellas, sigues estando en los tiempos de espera, en las nuevas canciones, en los viejos versos. Sigues estando en las cosas cotidianas, ayudándome a crear nuevas rutinas que nos mantengan unidos. A pesar de los momentos de desconfianza, de los momentos de rencor y dudas. A pesar del daño causado y de la incomprensión. Sigues haciendo que me ría con cada una de tus cosas. Sigues haciendo que desee contarte hasta las cosas que tienen menos importancia, que el café se derramó sobre aquel libro o que el calentador enrarece el ambiente y seca el aire. Sigues haciendo que los días extraños sean aquellos en los que no estás. En los que alguno rompe la rutina.

Ahora es como si nunca te hubieses ido. Quizá nunca hemos estado tan cerca

2 comentarios:

  1. Veo algo sobre "rutina" aquí y por eso, aunque yo no sea "el viento que mueve tu mano sobre el papel en blanco", me apunto un punto de tu creación!! ¡Y que sean muchos posts más!
    Beatriz
    P.D.: ¡me encanta!

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