No lo supe hasta entonces.
Tenía la piel reseca y áspera, con la barba asomando insegura y con las ojeras de varios días sin dormir. Los ojos mirando al cielo, emocionados, oscuros y profundos. El paso firme y constante.
Y entonces, una mirada cruzada. Una sonrisa por respuesta. Un beso lanzado al aire.
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