viernes, 11 de septiembre de 2009

Madrugada

Percibió el olor a coco que se desprendía de su pelo. Su nuevo champú, pensó. La miró de reojo. Nada en ella había cambiado. Por eso, seguía siendo inevitable quererla.

Caminaban juntos, sin mirarse al hablar. Ceder al escrutinio de la mirada del otro era perder la primera batalla. Sin embargo, el notaba cómo ella, de forma inconsciente giraba la cabeza para dirigirse a él. Le hubiera gustado afrontar sus miradas sin miedo. Pero sabía que si lo hacía, ella sin pestañear adivinaría sus pensamientos. Antes eso formaba parte de la complicidad que les unía. Ahora era, la mayor parte del tiempo, aterrador.

Quizá fuera mejor no condicionar sus actos a ninguna clase de premisa racional. Al fin y al cabo, si ambos estaban ahí en ese momento era gracias –o por desgracia- a haber cedido a los impulsos irracionales de verse. Quizá, no hablar de sentimientos fuera la solución a sus problemas.

Decidió en ese momento dejarse llevar. Julia le miró de frente, adivinando sus pensamientos.

Beso.

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