sábado, 12 de septiembre de 2009

Muebles

Ni siquiera se había preocupado de bajar la persiana para dormir. Sabía que el dolor era tan intenso que no habría lugar para una noche en vela. Simplemente dormiría y soñaría con él toda la noche.

Cuando se despertó al sentir el calor del sol en su espalda y abrió los ojos, recordó todo lo vivido la noche anterior. En un momento la memoria decidió que no tocaba ser feliz esta vez y le recordó lo vivido. Se levantó con los ojos hinchados, como si hubiese estado llorando en sueños. Ayer, al menos no lo había hecho.

Se dirigió al tocador donde guardaba los cuentos, las pulseras y los discos. Abrió el cajón superior derecho y empezaron a sonar canciones antiguas. Algunas ni siquiera las recordaba, otras le traían olores del pasado. Se fueron colocando por todo el piso, ocupando los lugares que hasta ahora estaban colmados por sus modos, ahora convertidos en recuerdos. Se dio cuenta de que había existido una parte de su vida en la que él ni siquiera existía. Y se sintió una extraña recordando aquellos años, que parecían tan lejanos y sin embargo suponían la mayor parte de su vida. Ella no era la chica de aquellos discos, ni aquellas pulseras, ni aquellos cuentos. Nunca más volvería a serlo.

Fue a despertarle a la habitación que hacía las veces de despacho.

Él ya no estaba.

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